Vértigo

A 60 metros de altura no sabría si caer.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

(D) escribir

Una vez más, estoy sentada en este muro, donde recuerdo perfectamente como venías y te ibas. Recuerdo nuestro primer restaurante y nuestra primera escapada, sobretodo porque yo nunca había pisado el mundo exterior, excepto contigo. Y suena raro y extraño, pero es más extraño no verte por aquí. Te echo de menos y me pesa cada vez que miro en el buzón y ya no hay cartas.. estoy tan lejos de ti... Recibía el cariño de las aves y el calor del sol cada vez que nos echábamos a volar, y encendías con miles de promesas una parte de mi que no sabía sonreír. Me prometiste que escaparías conmigo a un sitio donde nada era real, donde cada paso que dabas era en vano y no sé cuantas cosas más. Quizás esta sea la última noche que me acuerdo de ti, o esta sea la última vez que este bolígrafo sangra para escribirte, y que mi cuerpo escriba para ti. Tengo aquí delante mía, las agujas que me regalaste para que mi tiempo no se escapara, y aún no sé como pararlas, pues últimamente ya no sé ni como mirarme al espejo. Me enseñaste a bailar al borde del precipicio, y a leer cartas que ya nadie sabía donde estaban. Me llevaste a ese sitio, donde están todos los objetos perdidos de las personas, y allí, se puede decir que me encontré. Al saber que había nacido en medio de un campo de olvidos, y a los lados de miles de plantas dulces, me quedé a mirar girasoles, sabía que ahí estaba mi padre. Y por la noche cuando el cielo se escondía tras ese manto oscuro, veía siempre a mi madre, brillando... Paciencia y arte, arte y paciencia son las palabras que me repetías cada vez que tenía un saco entero de preguntas. Y ahora, te vas, pues no me queda nada más que decirte, gracias por hacerme vivir.

Una pequeña aldea del cielo. 1652

No hay comentarios:

Publicar un comentario