Vértigo

A 60 metros de altura no sabría si caer.

domingo, 9 de febrero de 2014

Me invitaron a un té, y acabó sabiendo a lágrimas.

Creo que ese bar que siempre ha estado en el mismo sitio, tiene que ser escrito aquí.
Entré, y parecía raro, pero para mi era como si ya hubiese entrado alguna vez. Me senté en una mesa donde se veía a los barcos de pesca salir a por nuevas presas, o simplemente, a dar una vuelta. Que envidia, nunca había subido a un barco. Era raro, me sentía acogida, protegida, y se acercó una señora un poco mayor, y efectivamente, era la camarera. Y entonces pedí una Coca-Cola, y unas patatas, para que no se hiciera tan pesado el pensar, como siempre. Saqué mi libreta, y mi bolígrafo, la agenda, y empecé a hacer tareas que tenía que hacer, cuando se acercó una pareja de chicos, y se sentaron delante mía. Los miré, los saludé y ellos me saludaron a mi, parecía que fueran amigos míos o que los conociera desde que era pequeña. Bueno, el caso es que cuando llegó la camarera con la Coca-Cola y las patatas, los chicos lo cogieron y dijeron: -Mejor trae tres tés, por favor.- La señora aceptó y entró en la cocina, y uno de los chicos me dijo: -Creenos, están mas buenos que cualquier otra cosa, y por supuesto, que invitamos nosotros- Me sentía rara, y volví a mirar a la ventana. -¿Que estaba pasando?- Pensaba. Ya no habían barcos, se habían marchado todos, pero el sol seguía brillando con fuerza. Cuando despegué la mirada de la ventana, los tés ya estaban en la mesa, y con una caña de canela, que realmente, favorecía el sabor de los tés. Me dieron a mi el que tenía la caña de canela mas pequeña, decían que con poco, se llega a mucho. Y el chico de al lado, que llevaba una gorra bastante bonita, me preguntó: -Normalmente a este bar no entra gente como tu, ni se ponen a hacer tareas, ni miran a la ventana, haz un vistazo al bar, están todos sentados leyendo el periódico, o en la barra comiendo calamares. ¿Que te pasa?- Y antes de que pudiera contestar, el otro chico me dijo: -No puedes decir que no te pasa nada, porque ni si quiera nos has dicho que nos quitemos de aquí, y eso quiere decir que necesitas que alguien te escuche- Y creo, que esas últimas palabras hicieron que mis ojos humedecieran, y entonces eché la mirada hacia abajo. No quería hablar, solo quería llorar, nada más. Entonces recogí mis cosas, no me iba a ir, pero no las quería manchar. Y como no decía nada, el chico de la gorra dijo: -Somos hermanos, no nos puedes engañar, siempre habrá uno que no te crea, pero si no quieres decir nada, y necesitas estar sola, nos iremos.- Vamos, no los podía dejar marchar, me habían hecho sentir algo más segura, esos hermanos realmente, eran dos soles, y entonces empecé y dije: -No quiero que os valláis, no sé como habéis aparecido, al entrar no estabais aquí- (En ese momento, los hermanos se miraron y se sonrieron) Pero lo que os voy a contar, seguramente estaréis ya cansados de oírlo- Primera lágrima, que no me dio tiempo a parar y calló dentro del vaso del té. -Una pérdida siempre es mejor contada con lágrimas- Me dijo uno de ellos. ¿Cómo sabían que era una pérdida? No sabía que decir, así que improvisé: -Bueno, la cosa es, que una vez cierra los ojos para siempre, ya sabes que es imposible que vuelva.- ¿Era capaz de decir eso? ¿Que estaba pasando? Los hermanos no decían nada, en ese momento, el bar estaba mudo. -Bueno, lejos de historias de amores, y de líos, perder a un amigo, puede ser también horrible.- Las demás lágrimas salieron solas, algunas acabaron en un pañuelo, otras recorrían toda mi cara hasta caer dentro del vaso de té. Y bueno, se puede decir, que esos hermanos, eran la almohada perfecta, para hablar, y los amigos perfectos, para reír.

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