Vértigo

A 60 metros de altura no sabría si caer.

lunes, 21 de julio de 2014

El séptimo marinero.

''Escribo hoy, esta noche y teniendo en manos esta tercera copa de Coñac, porque hoy ha sido la tercera vez que me quedo quieto sin respiración. Esta vez ha sido un tema aparte del asma, ha sido un tema de la vista. La he visto, la he visto y no sabéis en qué estado eterno me ha venido. Estaba sentada en la barra pidiendo un bocadillo, solo con ver su cabello ya sabía que era ella. No es la mujer más hermosa del mundo, ni tiene las caderas más brillantes, ni los ojos más grandes, ni la boca más fina. Es la mujer que tiene cara de ser mi esposa. Para mi es todo lo que yo estaba buscando, y esta copa de coñac no me lo niega, ni estas palabras que ahora mismo no sé donde van a parar. No pude ni saludarla, me quedé quieto observando su eterna melena pelirroja, tus baqueros apretados y su camiseta blanca. Me quedé mirando ese tatuaje que lleva en el hombro derecho y esos pendientes de piedrecitas rojas que lleva siempre. Se giró y me vio pero agachó la mirada y se fue con su bocadillo de jamón a su camarote. Llevo cinco horas esperando a que vuelva y no lo hace, dudo que lo haga ya. De todos modos, si algún día acaba estas palabras en su boca, quiero que sepa que no soy marinero, ni capitán. Soy un intruso que ahora mismo no sabe quien es. Soy quien la sigue desde que la vio sentada en el banco que estaba cerca del puerto, el mismo que fingía hablar por teléfono mientras la miraba, y el que hoy, no sabe que nombre lleva, ni que colonia, ni que copa.''

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